lunes, 7 de abril de 2014

BIG BANG Explosión de Amor - Capítulo II.

Comenzaban las vueltas por el virginal universo que lo cambiaría todo. Comenzaban las horas más lindas que, seguro estaba, jamás se borrarían del esplendor de su memoria, de la retina de sus ojos marrones. Sea lo que fuera, Anto se sentía viva.

Empezaba a conocerse, empezaba a experimentar sensaciones extrañas, se notaba como una alimña de ansias y brotaba de sí el deseo más sincero de petrificar el reloj, de que el tiempo no fuera y así abrir el portal de la eternidad en el preciso momento que coincidía con Ana. 


La  imagen de Ana impresa en su mente, conspiraba en un viaje visual por cada línea de su delicada figura. Era mirarla y asomarse a un ventano del jardín del edén , era acercarse y empaparse la piel en un energético balneario con la luz de su aura. Era sentarse a escuchar de que algo más intenso que un rock and roll restallaba de fondo porque ahora la música provenía de adentro y bailaba Anto al compás de un ritmo estrépito, al compás de las cuerdas vocales de su corazón.

Anto habría de reconocer que esto la acobardaba significativamente pero a la vez, le asombraba cuan lejos galopan lo sentimientos en pos de alcanzar la cornisa de la conmoción.
Su pulso acelerado delataba que Ana la transportaba a una dimensión fenoménica y que ya no había tiempo para mezquinar coraje. La osadía lo buscaba para que admitiera
, de una vez por todas, que quería a esa niña, que quería a Ana como se quieren los adultos, como cual devoto quiere al sol por ser ese atajo a la gloria de Dios; como el alma quiere deshacerse de la carne para volverse al encuentro de su inmortalidad, como el génesis quiere la bienaventuranza perpetua, y el cosmos la evolución de la humanidad, como se quiere a una persona que por existir te devuelve la vida. 
Pero simultáneamente en Anto se engendraba una inquietud que la inmolaba en completo, una genuina sospecha que la estaba asfixiando, una absurda tortura que la acompañaría siempre en su largo camino al olvido, por haber confirmado después que su amor resultó, uno mas del montón, de los no correspondidos.


Antonella E. Saez.

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