lunes, 7 de abril de 2014

BIG BANG Explosión de Amor. Capítulo I.


Anto sabía que Ana no era su corresponsal, sabía que ella se había enamorado de si misma cuando ella la hacia sentir que para alguien en el mundo era importante. Anto le había devuelto los colores a la vereda de su vida, había encendido la luz después de tantas angustias en el cuartito oscuro de su corazón. Aquel cuartito oscuro en el que Ana gritaba en silencio que alguien apague su dolor.
Anto, era una muchacha escueta, a la cual la guíaba la brújula del entusiasmo y ese año cultivó ambiciones de formar proyectos artesanos para no pasar desapercibido las vacaciones de verano, pero lo que Anto no sabía es que tocó el timbre de una puerta que se abrió y que le costaría más de tres otoño cerrar. Anto había conocido a Ana.
Fue Ana para sí, ver el big bang repetirse… Un espíritu con la sabiduría de todas las eras, atrapado en el cuerpo de una pequeña mujer que en sus quince primaveras, el único campo que conoció fue uno de batallas familiares y las únicas flores que cosechó fueron miedo, violencia y dolor. Y de todas las semillas, el amor se olvidó de tocar la tierra de Ana.
Y así, en aquella sala contraída por las altas temperaturas del estío, donde se habían representando y, porque no, prometido alcanzar el equinoccio del alba a través de las cuerdas de una guitarra, formaron una precaria banda de rock. En paralelo, un nuevo universo se habría, un nuevo universo del cual Anto
, sin saberlo, ya tenía un boleto de ida, porque el de regreso, lejos estaba de su corazón.
Con la música como bandera y movidos por esa pasión cosmopolita, fueron tachando los días del calendario y entre acordes, hazañas y risas, todas las tardes de enero, Anto se fue enamorando de Ana…
Anto, adolescente cuyo corazón aún no se estrenaba, tenía la convicción de que aquello que comenzaba a crecer en su cuerpo emocional no era amor. Sino una formidable admiración hacia la perturbadora biografía de Ana. Pues Ana, era una mchacha cuya infancia y memoria no estaban marcadas por golpes que provenían de la acachada, de bicicletas, y de típicos juegos de barrios, Ana tenia golpes de su historia familiar, de suicidios y muertes, de hermanos sin reconocer. Y Anto la admiraba, admiraba que ni todo ese dolor, ni la noche más oscura cuando se enteró que papá y mamá se divorciaban, le habían hecho perder el frenesí por la vida…


Pero no era cierto que Anto admiraba a Ana. No. Anto comenzaba a enamorarse. Porque con cada canción fue afinando más las cuerdas que enredaban a Ana al dolor y entre tanto rasgueo aprendió que el único sonido que suena más fuerte que un corazón roto es el sonido de la risa con que Ana suaviazaba las circunstancias de su mundo. Y mientras tanto, todas las tardes de enero, sin advertir, Anto continuaba enamorándose de Ana… (…)


Antonella E. Saez.

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