lunes, 1 de diciembre de 2014


Cuantos que quieren alcanzar el éxito, convertirse en millonarios de grandes riquezas monetarias o no, renacer como estrellas o artistas en la constelación del reconocimiento, encontrar, o más bien generar, el amor, amar y ser amado..., constituir una familia para la unificación eterna, conseguir amigos infalibles, traducir la imaginación a un libro y que las palabras escritas sean el único lenguaje, poseer la libertad de ser y hacer aquello que nos hace pleno y nos conecta con el alma de cada cosa que existe. 

Sin embargo la mayoría de ellos no se animan a emprender ese viaje hacia la felicidad, se ven inmóviles ya en la línea de partida hacia ese anhelo soñado. Se sienten incapaces, se rinden sin intentarlo, ante las limitaciones autoimpuestas, ante los espejismos de una posible desilusión, ante las excusas, esas excusas que utilizan para protegerse del temor que se desprende de una vida demasiado conflictiva, frustrada y común, demasiado ausente para que la luz nos llegue. 

Sin embargo no saben que las oportunidades son amaneceres que llegan disfrazados de desdicha, de temporadas de morder el suelo y quebrar las rodillas ante tanto culebreo, de momentos de desesperación comiendo de súplicas a Dios. Las oportunidades vienen contundencia hacia nosotros cuando estamos distraídos, con los ojos abiertos a las desgracias y la mala información, para que nos demos cuenta de que el comienzo del primer día de esa vida que queremos construir, no se fía de nada para lograrla, excepto por la capacidad de saber lo que se quiere y la firme determinación de mantenerse fiel a eso hasta haberlo realizado. Porque saber lo que se quiere, es la única fuerza que impulsa hacia el principio y el fin de toda realización.

Antonella Elizabeth Saez.



Yo en tu lugar.

Yo en tu lugar, 
no caminaría con los ojos ciegos, 
distraída y en absoluta resignación, 
como esperando de afuera 
el milagro que solo llega de adentro. 

Aunque estés en esos momentos 
que domina una sensación de vértigo, 
de la nada misma que solo a nada sabe, 
o quizás a todo también, 
o de la oscuridad que nos ensombrece la vista 
hacia un camino que libramos al azar.

Yo en tu lugar me aferraría al sabio 
dentro del cual habitamos,
y no prendería velas ni pondría flores 
al altar de la personalidad 
porque ella si que de mucho mundo externo depende
para distorsionarse o evolucionar.

Ese sabio
que tiene la edad del Sol y
permanece íntegro 
aunque la muerte nos sorprenda para cambiarnos a otra vida.
Ese sabio que solo puede ser 
cuando dejamos de intentar pretender ser alguien. 

Antonella Elizabeth Saez.
Se necesita estar dormido para que la atroz tormenta o la luz del amanecer, en algún momento, pueda despertarnos. 


Antonella Elizabeth Saez.
Busco tu mano

Busco tu mano,
aunque la tenga en mi mano, 
la busco porque estás perdida, 
y cuando estás perdida 
te pierdo y no te pierdo a la vez. 

Porque existe ese momento en el que estás ausente,
como ida, como en fuga de mi ser 
y en tu encuentro con vos, 
solo me encuentro conmigo. 

Y conmigo llegan dudas 
y los escalofríos por tantos fósiles en la memoria. 
Una suposición errante quizás, 
como una estrella que no brilla 
pero que basta para reavivar todo el dolor que acabó en olvido. 

Busco tu mano, 
aunque vos también camines despacio y confundida 
porque aunque los silencios a veces sean felices y a veces fríos 
algo me dice que en lluvias con sol, 
también vamos a estar bien. 

Antonella Elizabeth Saez.