sábado, 14 de junio de 2014

El tiempo está después

Autor: Fernando Cabrera. 

La calle Llupes raya al medio 
Encuentra Belvedere 
El tren saluda desde abajo 
Con silbos de tristeza 
Aquellas filas infinitas 
Saliendo de Central 
El empedrado está tapado 
Pero allí está 

La primavera en aquel barrio 
Se llama soledad 
Se llama gritos de ternura 
Pidiendo para entrar 
Y en el apuro está lloviendo 
Ya no se apretarán 
Mis lágrimas en tus bolsillos 
Cambiaste de sacón 

Un día nos encontraremos 
En otro carnaval 
Tendremos suerte si aprendemos 
Que no hay ningún rincón 
Que no hay ningún atracadero 
Que pueda disolver 
En su escondite lo que fuimos 
El tiempo está después.

lunes, 9 de junio de 2014

A la luna.

Me vi con vos en otra dimensión pero ya no tuve el valor de seguirte, las circunstancias cambiaron sin duda alguna, aunque todavía seguimos atados a las mismas sensaciones; lo noté en mi energía amarga de extrañar (te). 
Acuso de adoptar esta postura a la desespera transformada en frustración que luego se volvió temor y el temor en vergüenza de demostrar lo sentido; de abrir el corazón sin el suficiente blindaje para repeler las posibles heridas de un: -Yo ya no... 

Antonella E. Saez.

sábado, 7 de junio de 2014

Carta de un desconsuelo.

 // Primera parte. 

Una menguada cantidad de discos de folk que comienzan a acumularse en los oídos de la sensibilidad y sobre esta mesa de vidrio. 
Libros, muchos, por toda la habitación, distribuidos en diversas partes, donde quepan, donde transformen el oscurantismo, en cada fracción de este espacio donde haga falta la luz;
para que el olvido no se atreva a ingresar y nunca jamás faltarle el respeto a las letras.
Una lamparita cálida que se asemeja al sol de otoño en la empresa del silencio junto a los amargos, camaradas de mi colección de ocasiones que valen la penar recordar.
Pinturas santas y muy poco cachivache para no desnaturalizar a la belleza de la sencillez...
Café nacional y un té de caramelo y vainilla para cerrar los ojos y justipreciar cuántas cosas son las que nos proveen las viseras de la madre Tierra.
Un momento de meditación milenaria, de respirar y colmar las cisternas pulmonares con el bendito aire que nos propulsa a estar, sin más...a estar.
La mirada cegada por el color del interior y de fondo chirríe un silbido calinoso que impulsivamente retribuyo con la palabra Gracias...
Pero, ¿Que es eso que allega desde afuera? ¿Qué es eso que enfría mi piedad? El ventano está abierto y en un tris la tempestad me despoja el pellejo y me vuelve a dejar en carne viva las cicatrices del alma (...).


Antonella E. Saez.

jueves, 5 de junio de 2014

Karma

Si saldaran todo el karma que crearon por amarse (mal) sería perfecto,
porque ya no existiría el efecto que los vuelva a aferrar.
Por lo pronto se conforman con borrar de sus memorias
el nombre que llevan en esta vida terrenal...
Y aunque ambos suenen resentidos,
solo intentan ganarle al olvido.
No se rechazan, se sueltan para poder avanzar.


Antonella E. Saez.
O evocamos esqueletos del pasado,
O arribamos el planeador del futuro.
A veces estamos llenos de incógnitas y puntos suspensivos.
Dónde será que alguien habrá guardado algo del presente.


Antonella E. Saez. 

Chao.

Entonces le dije:
-Mejor si nos perdemos, para volver a encontrarnos, quién sabe, quizás mucho después, cuando volvamos a ser perfectos... Como antes de tener que perdernos.


Antonella E. Saez.
7.000.000 de almas y tantos concubinatos del ayer.
Sí que todavía confundimos el amor con el aferro.


Antonella. E. Saez.

Estar.

Creo que el miedo más inmenso es un viaje al interior;
el miedo a encontrarnos solos
y no tener con quien compartir el cáliz.
Miedo al diálogo personal, a los exámenes de conciencia
y al desvelo de cuánto tiempo invertido
en la arquitectura de nuestra peor versión.
Miedo a la oscuridad de cerrar los ojos
y no escapar a lo que somos...


Antonella E. Saez.


Vida que das.

Provecho del pícaro momento;
Un instante perfecto en la hora exacta
y una copa de vid en la mano.
Cierro los ojos, respiro
y se vuelve misterio mi entorno...
Oportunamente sopla un céfiro del sur
con disfraz de días de lluvia.
Sonrío y nuevamente abro los ojos:
Estamos vivos.

Antonella E. Saez.

La máquina automática

Conozco aquello que por distraídos nos perdimos del momento de su gestación. Y por desatendernos a nosotros mismos también nos perdimos del proceso en que emanó.
Conozco aquello, que por descuidados solo percatamos de su vitalidad cuando ya había madurado.
Conozco lo que recién descubrimos cuando brotó de adentro nuestro como un pulso mecánico sin ánimos de cuestionar...
Conozco su licencia dentro de nuestro acervo cultural con asistencia perfecta en conversaciones y un alojamiento exclusivo en la cotidianidad.
Conozco la esclavitud a la que nos somete, cuando en cada tris de la vida buscamos la prolijidad del disimulo y nos sometemos al dogma ecuménico por ese miedo a la disparidad.
Conozco tanto que no conozco nada, porque no tengo el dominio de cuando fue que comenzamos a valsar este folclore.
Conozco nada más lo que mis sentidos sospechan, de que en algún periquete de antaño, contrajimos esta peste que afecta al discernimiento, que se alimenta de lo monótono y se propaga por la tradición. Los prejuicios.

ANTONELLA E. SAEZ.


martes, 3 de junio de 2014

A lo alto.

No es necesario viajar al espacio para evadir a la ley de gravedad, cuando se tiene buena voluntad no hay tal fuerza que te haga caer.


ANTONELLA E. SAEZ.