miércoles, 6 de febrero de 2013

(Pequeño aullido de mi corazón naranja que murmura en la ciudad)


A decir verdad también quedaba más de lo que suponíamos para echarnos en la cara, pero ya nada tenía sabor a sentido, y decidí destaparme los oídos solo para la literatura, el café y los consejos de un maestro ascendido. Además con el tiempo fui aprendiendo a escuchar lo que nunca me dijiste. Lo que te llevaste cuando el caldo se acabó.
Con el tiempo también te volví a encontrar, te soñé tan cerca que reconocí tus palabras, vacías y frías como la habitación en la cual, mientras tanto, mi cuerpo físico yacía duermiendo.
Mientras tanto también, jamás deje de refugiarme en las canciones, en aquellas canciones que nos habrían acercado tanto que un día tuvimos que arremangarnos la camisa, tomar ventaja de aire y empujarnos con tal fuerza hacia atrás para mandarnos a freír nuevamente al olvido.
A veces también me gusta cambiarle el final a esta historia, uno un poco más bonachón, para burlar la decadencia que me dejo tu despedida.



                                                   ANTONELLA.

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