Conozco aquello, que por descuidados solo percatamos de su vitalidad cuando ya había madurado.
Conozco lo que recién descubrimos cuando brotó de adentro nuestro como un pulso mecánico sin ánimos de cuestionar...
Conozco su licencia dentro de nuestro acervo cultural con asistencia perfecta en conversaciones y un alojamiento exclusivo en la cotidianidad.
Conozco la esclavitud a la que nos somete, cuando en cada tris de la vida buscamos la prolijidad del disimulo y nos sometemos al dogma ecuménico por ese miedo a la disparidad.
Conozco tanto que no conozco nada, porque no tengo el dominio de cuando fue que comenzamos a valsar este folclore.
Conozco nada más lo que mis sentidos sospechan, de que en algún periquete de antaño, contrajimos esta peste que afecta al discernimiento, que se alimenta de lo monótono y se propaga por la tradición. Los prejuicios.
ANTONELLA E. SAEZ.
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