Mi mente no para de hablar, de aullarme
las profundidades de mi alma, de incendiarse entre palabras que se combinan
configurando enunciados que se acusan de “prohibidos” ante el credo comunal.
Mi interior imprudente está de saciar la sed de rebelarse; de ir en pos del propósito que todavía no conocemos pero servimos, de irrumpir la calma de la personalidad para que quiebre las rodillas ante lo divino de una buena vez por todas.
Mientras allá afuera se pretende silenciar a las habladurías del mundo que va más allá de lo físico, de dar vacío a las verdades de cualquier partícula pequeña de energía que no busca nada más que recordarle al espíritu el camino que lo lleve de regreso a la fuente.
ANTONELLA E. SAEZ.
Mi interior imprudente está de saciar la sed de rebelarse; de ir en pos del propósito que todavía no conocemos pero servimos, de irrumpir la calma de la personalidad para que quiebre las rodillas ante lo divino de una buena vez por todas.
Mientras allá afuera se pretende silenciar a las habladurías del mundo que va más allá de lo físico, de dar vacío a las verdades de cualquier partícula pequeña de energía que no busca nada más que recordarle al espíritu el camino que lo lleve de regreso a la fuente.
ANTONELLA E. SAEZ.
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